Parece que se está produciendo un cambio de tendencia, al menos en lo que tiene que ver con la perspectiva que se tiene del cannabis con respecto a otras sustancias, que no por ser “socialmente” aceptadas y toleradas dejan de ser peligrosas, tales como el alcohol o, recientemente, el tabaco. El mayor y más espontáneo movimiento social pro-legalización se está produciendo al otro lado del Atlántico. Un “tsunami verde” que parece generar nuevas informaciones y noticias cada semana y que, lo que es más importante, parece estarse extendiendo por la zona.
Recientemente se publicaba en Argentina la última edición de la Encuesta sobre “Prevalencias de Consumo de Sustancias Psicoactivas” elaborada por el Indec, equivalente en el país a nuestro Instituto Nacional de Estadística (INE). En este análisis, parece quedar claro que, en el gran país sudamericano, la visión del tabaco como una sustancia aceptada y aceptable, así como la que haría referencia a la marihuana como una droga de la que huir está variando de una manera radical.
En efecto, de acuerdo con los datos que maneja la institución estadística, en apenas nueve años, el porcentaje de argentinos fumadores de tabaco (que en el 2005 eran uno de cada tres) se ha reducido en 8 puntos porcentuales. Del mismo modo, casi once de cada 100 encuestados afirmaba haber fumado, ocasional o periódicamente, marihuana.
Desde las autoridades sanitarias argentinas se estima que este cambio de tendencia se debe a la llegada de una “tercera generación” de fumadores que percibe el cannabis no ya como algo social y aceptable sino, además, no menos perjudicial que otras sustancias aceptadas; no olvidemos que en Argentina la posesión, venta o cultivo de marihuana sigue siendo ilegal, al contrario de lo que ocurre en el país vecino, Uruguay.
Esto podría ser un paso más en el impulso que la normalización y legalización del consumo de marihuana está teniendo lugar en el continente americano, tanto al norte como al sur. Sin ir más lejos, el Ejecutivo argentino admitía recientemente que la vía hacia una reducción de la criminalidad asociada al tráfico ilegal de drogas pasa, entre otras cosas, por la legalización del cannabis.
Desde el Gobierno se recalca que la “lucha del gato y el ratón” (así la llama Sergio Berni, secretario argentino de seguridad) con las mafias de la droga sería mucho más sencilla si la marihuana (consumo, tenencia, cultivo y venta) fuera legal, con algún tipo de herramienta de tutelaje por parte del Estado, como está sucediendo en Uruguay.
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